Hace un buen rato ya, estaba conversando con un amigo de la universidad acerca de un tema muy importante para personas como nosotros. Y es que, justamente, estábamos hablando de nosotros. Charlamos acerca de nuestra condición de hombres fieles, de cómo no somos capaces de "jugar" con las mujeres; de cómo nuestra personalidad y, quizá, nuestra crianza, no nos permitía acceder a ser esa clase de persona "picaflor", que mientras está revoloteando sobre ciertos pistilos, carga en su pico el néctar de otra y el polen de otra más...
Y es que somos como francotiradores. Sólo un objetivo en la mira al mismo tiempo. Una sola bala disparada, sin opción a ráfaga.
La colación que perpetuamos se debió a nuestra frustración en el ámbito de la consecución de relaciones -más allá de la amistad- con mujeres que, si bien mostraban interés, no respondían del todo favorables hacia nuestros acercamientos e intentos de cortejo; y que, a pesar de ello, no éramos capaces de mirar a otro lado en búsqueda de una alternativa, un escape, un "plan B", "C" o "D"... Y es justamente por nuestra naturaleza fiel, una cualidad poco valorada (o que se valora sólo luego de que alguna otra persona te haya sido infiel y ya hayas sufrido por dicha razón), que nos quedamos como pendejos persiguiendo el rastro de aquella que se nos escapa, que a la distancia nos hace un guiño y convierte nuestra tristeza en una ilusión de sonrisa por lo que "podría ser" o lo que "podría pasar" entre los dos.
El punto es que no todos los hombres somos iguales. Aunque (mi amigo y yo, y probablemente muchos más) estemos orgullosos de ser buenas personas y sepamos que lo que hacemos es el comportamiento correcto, no podemos negar que a veces nos gustaría ser como aquellos aprovechados, aquellos que nos dan mala fama a todos, que si ya tenemos esa fama de que "todos los hombres somos unos perros" de gratis, ¿Por qué no comportarse entonces así?...
Pero simplemente no está en nosotros... Somos francotiradores... Francos 100% y de tiradores, nada...