No me enamoré de tu anatomía (aunque lo segundo que noté de ti fue tu innegable belleza).
No me enamoré de tu risa (aunque sea ahora una adicción que necesito seguir alimentando).
No me enamoré de tu sentido del humor (aunque menos mal que es retorcido).
No me enamoré de tus gustos musicales (aunque me alegra que sea compartido).
No me enamoré de tus atuendos (aunque te queda bien todo, incluso mi ropa).
No me enamoré de tus ideales (aunque te secundo en la mayoría de ellos).
No me enamoré de tu ateísmo (aunque me alivia de cierta manera).
No me enamoré de tus besos (aunque me vuelven loco).
No me enamoré de tus abrazos (aunque me reconfortan pase lo que pase).
No me enamoré de tu voz (aunque sea la única que no puedo dejar de escuchar).
Me enamoré de tu ortografía.
Me enamoré de tu sencillez.
Me enamoré de tu falta de maquillaje.
Me enamoré de tus ganas de hacer bien las cosas.
Me enamoré de tu valentía.
Me enamoré de tu imaginación.
Me enamoré de tu apetito por los libros.
Me enamoré de tus pellizcos de mierda que duelen cabronsísimamente.
Me enamoré de la lluvia después de la pizza.
Me enamoré de nuestra complicidad.
Me enamoré de tu manera de amar.
Me enamoré de tu personalidad que incluye todo de lo cuál dije que no me había enamorado.
Me enamoré de caminar de noche contigo.
Me enamoré de las mil y una reconciliaciones.
Me enamoré de cada número 21.
Me enamoré de "ñau".
Me enamoré de todas las veces que secaste mis lágrimas.
Me enamoré de seguirte mientras me seguías.
Me enamoré de la sinceridad con la que nos tratamos.
Me enamoré de hacer cosas por y para ti.
Me enamoré de ti. De toda tú.
